
?Territorio
fuera de toda brújula?: Borges, Cortázar y el ciberespacio
Christopher
Rollason, Ph.D ? Metz, Francia
Ponencia dictada
en el I
Congreso de
Literatura Fantástica y de Ciencia Ficción Universidad Carlos III
de Madrid, 6 a 9 de mayo de 2008
** ?Allí,
en ese territorio fuera de toda brújula usted y yo estamos
mirándonos? Julio Cortázar, ?Botella al mar? (1980)
Es ya una hipótesis consabida, al
menos en determinados medios literarios y cibernéticos, que entre
los más distinguidos y elocuentes precursores de Internet y del
universo de las redes se encuentran dos preclaros escritores
argentinos, a saber Jorge Luís Borges y Julio Cortázar. La propia
Telaraña Mundial ha sido calificada por su creador, Tim Berners-Lee,
como ?el universo de información alcanzable por las redes, una
plasmación del conocimiento humano? . Esta dinámica totalizante y
universalizante del ciberespacio tiene, según cierta escuela crítica
ya implantada, visibles antecedentes literarios. En las ficciones de
Borges y en los relatos de Cortázar, como igualmente en la novela
cortazariana Rayuela (1963), se han identificado rasgos
determinantes de lo que iba a conformarse como el ciberespacio, como
el laberinto, la memoria omnívora, la delirante proliferación de
significantes,la comunicación cosmopolita, las agrupaciones
especialistas y sectarias, y, tal vez sobre todo, la creación de un
universo paralelo que entra en competencia con el mundo familiar
hasta el punto de erguirse en alternativa y substituto de éste. Se
daría, de este modo, en la obra de ambos autores una prefiguración
de múltiples facetas del universo de comunidades virtuales evocado
por un apóstol del ciberespacio como Manuel Castells , o del mundo
allanado (flat world) que pregona el guru de la mundialización
Thomas Friedman .
Así, buen número de ficciones de
Borges, entre ellas algunas de las más conocidas, han sido leídas
como vaticinando una u otra característica de la Gran Telaraña como
la conocemos hoy . Es significativo que muchos de estos textos,
incluso cuando señalan los peligros del universo de las redes, hayan
encontrado su primera (paralela o hasta única) publicación en la
misma Internet. Para citar a la universitaria brasileña Leyla
Perrone-Moisés (2007), el fabulista argentino sería, en la totalidad
de su obra, ?profeta de la Web, rehén del presente?. Según el
periodista español Ignacio Ramonet (1999), redactor principal del
prestigioso Le Monde Diplomatique, en ?La Biblioteca de Babel?
veríamos un emblema de la hiperproliferación de materia textual,
gran parte de ella totalmente inútil, en la anarquía del
ciberespacio ; mientras que paralelamente, tanto Umberto Eco (1999)
como el estudioso brasileño Virgílio Augusto Fernandes Almeida
(2001) argumentan que la memoria indiscriminadamente abarcativa que
imagina Borges en ?Funes el Memorioso? es una prefiguración de
semejante memoria amorfa y amenazadora, pero esta vez colectiva,
aquélla que se concretiza en la Red . Otro brasileño, el periodista
Janer Cristaldo (2008), retoma el cuento ?El Aleph? y su imagen de
un espacio energético concentradamente totalizador, como profecía
literaria, aunque según él no la primera, de la hiperextensión de
Internet . Para el irlandés Davin O?Dwyer (2002), el universo
paralelo de ?Tlön, Uqbar, Orbus Tertius,? que se va substituyendo
paulatinamente por la realidad conocida, sería una premonición, más
bien antiutópica, del ciberespacio: ?Substitúyanse ?ciberespacio? o
?La Red? por ?Tlön?, y tenemos una visión, distópica y mcluhaniana,
de los peligros de nuestra sociedad de las redes, advirtiendo contra
el cada vez mayor empañamiento de las fronteras entre lo ?real? y lo
?virtual??. La impresionanteprolepsis borgeana se resume en un
trabajo del norteamericano Douglas Wolk, publicado en 1999 en la
emblemática revista electrónica Salon, en el cual el autor afirma
que en ?El jardín de senderos que se bifurcan? el laberinto sería la
Red, el objeto de culto de ?El Zahir? equivaldría al navegador
Internet Explorer, el comercio electrónico vendría prefigurado en
?La lotería en Babilonia?, y, en definitiva, el relato borgeano como
tal, con sus infinitas imbricaciones, sería un embrión del universo
del hipertexto y de los enlaces, siendo la propia Telaraña ?el mayor
y más invisible de los laberintos de Borges? .

En cuanto a la obra de Julio
Cortázar, e independientemente de que el argentino nacido en
Bruselas sea encarado o como fiel secuaz de Borges o escritor de
plena originalidad, la crítica ha llegado, si bien de forma menos
proficua, a semejante posición sobre su papel de prefiguración de
las redes. Afirmó el propio Borges de Cortázar, en 1988, que sus
cuentos dan a luz a ?un mundo poroso en el que se entretejen los
seres?; paralelamente, es el narrador de Rayuela quien alaba a
Borges como exponente de la ?teoría de la comunicación? : así,
Borges y Cortázar se sitúan mutuamente como creadores de redes .
Sobresalen, además, ciertas semejanzas entrelas cosmovisiones de
ambos autores: si José Saramago opinó en 1999 que Borges creó una
literatura ritual anunciando un mundo también hecho de rituales ,
para el escritor uruguayo Omar Prego (1985) la literatura en
Cortázar es ?una especie de substitución de la realidad? . Los dos
argentinos comparten una actitud cultural enciclopédica y omnívora
que hace que sus obras hoy se parezcan a una miniatura de la inmensa
biblioteca de la Red: así, es siempre Omar Prego quien ve en
Cortázar a ?un argentino que había incorporado a su cultura todo lo
que Europa puede ofrecer? , mientras, paralelamente, para Harold
Bloom (1994) la obra de Borges ?ha asimilado el entero Canon
Occidental, y aun más? . De un modo más radical, argumentó en 1999
Froilán Fernández, periodista venezolano, que ?Borges y Cortázar
sobresalen en la escena latinoamericana como innovadores de la
literatura no lineal; lo que se adelanta a la implementación
electrónica del hipertexto?, señalando que ?después de probar con
una narrativa circular en el cuento ?Continuidad de los parques?,
Cortázar ofrece varias secuencias posibles de lectura en Rayuela? .
Este argumento viene repetido desde la Universidad chilena por
Álvaro Cuadra, quien, en 2005, calificó la misma novela (o
?postnovela?) Rayuela de ?texto paradigmático en cuanto prefigura
las posibilidades hipertextuales? y privilegia la discontinuidad, lo
fragmentario y la lectura interactiva, observando a la vez que en
este libro Cortázar se sirve, proféticamente, de las imágenes de
bitácora y telaraña .

Seguramente, hay cuentos de Cortázar
cuyo imaginario ofrece paralelismos visibles, o hasta enlaces
vaticinadores, con el ciberespacio. En ?Manuscrito hallado en un
bolsillo?, texto centrado en el metro parisiense, las relaciones
humanas se encuentran supeditadas a los esquemas arbitrarios ideados
por el protagonista para ?captar? a las mujeres que vislumbra en los
trenes del metropolitano. El tema de ?Casa tomada? es la invasión,
tan paulatina como inevitable, de la realidad cotidiana por otra,
abrumadora y totalizante, que acaba por substituirse por ella, hasta
el momento en que el apartamento haya pasado por fin a ser ya no
nuestro sino de ellos. Otro relato curiosamente premonitorio, ?Las
caras de la medalla?, tiene como telón de fondo un lugar tan
privilegiado para la historia cibernética como los laboratorios del
CERN, el muy famoso Consejo Europeo para la Investigación Nuclear
(Conseil Européen pour la Recherche Nucléaire) en Ginebra donde, más
tarde y en el mundo real, a partir del año 1990 Tim Berners-Lee
había de desarrollar la Gran Telaraña Mundial. El cuento es una
exploración irónica de desamor e incomunicación en un universo
cosmopolita y ecléctico, el de los científicos internacionales, que
ya se parece al de Internet, pero es la ubicación en el CERN, hoy
emblema de transformación planetaria y relacional, la que asusta al
lector de la generación de las redes. Incluso surge con fuerza, de
las páginas de este prefigurador relato, el vocablo ?telaraña?: ?la
obligación de coexistir tantas horas por semana fabrica telarañas de
amistad? .
En este orden de cosas, la segunda
parte de esta ponencia se dedicará al análisis más pormenorizado de
dos cuentos cuya posible relación con el mundo cibernético parece no
haber sido enfatizada por la crítica: ?El Congreso?, ficción
relativamente tardía de Borges del año 1971 , y ?Queremos tanto a
Glenda?, relato de Cortázar publicado en 1980 .
**
En ?El Congreso?, Borges inventa una
agrupación secreta, supuestamente constituida a comienzos del siglo
XX, que llega a integrar a iluminados de múltiples proveniencias
hasta devenir en ?una entidad que abarca el planeta? (36) ,
asumiendo rasgos que la hacen parecerse extrañamente a Internet.
Pudiérase hablar de secta, como en otros textos borgeanos como ?La
secta del Fénix? , pero aquí el discurso no es de índole teológica,
y sería más correcto referirnos a un esbozo de sociedad paralela. El
narrador es un argentino llamado Alejandro Ferri, ya de edad
avanzada en el momento de narrar, profesor de inglés oriundo de la
provincia que ejerce en Buenos Aires; el fundador, uruguayo de
origen escocés, lleva el nombre de don Alejandro Glencoe, así
constituyéndose en cierto modo como doble del narrador. Las
conexiones de los dos con la cultura anglófona plantean el papel,
internacional pero a la vez uniformizante, de lo que Ferri denomina
el ?el infinito idioma inglés? (45). También el nombre Alejandro
sugiere la ilustre Biblioteca de Alejandría, precursora de aquella
otra, borgeana, de Babel. Glencoe reside en Buenos Aires pero es
también dueño de una finca en su país natal, en una zona ?que
lindaba con el Brasil? (34), encontrándose en la intersección de
tres países del Cono Sur, lo cual, sumándose a sus orígenes
europeos, lo constituye como un ser a la vez muy latinoamericano y
muy cosmopolita . Ferri, el otro Alejandro, ?modesto hombre gris ?
que hilvana estas líneas? (27) se presenta como el único
sobreviviente de la agrupación, pero a la vez se contradice al
afirmar su eternidad y universalidad: ?Soy ahora el último
congresal. Es verdad que todos los hombres lo son, que no hay un ser
en el planeta que no lo sea, pero yo lo soy de otro modo? (29).
El narrador Ferri se da cuenta de la
existencia ?del Congreso, que siempre tuvo para mí algo de sueño?
(33) a través de un amigo poeta que logra introducirlo en el
grupúsculo de ?quince o veinte? (31), el cual suele reunirse cada
sábado. La mayoría son blancos de sexo masculino y sin duda nutridos
burgueses bonaerenses, pero hay al menos una dosis de universalidad
en la presencia de una (sola) mujer y de ?un pastor protestante, dos
inequívocos judíos y un negro? (32), además de otro sujeto de origen
anglosajón, ?Donald Wren, un ingeniero del Ferrocarril Sud? (33),
cuya participación conecta al grupo con el mundo de la tecnología.
Con el tiempo, la estructura va internacionalizándose: ?Llegaban
adhesiones del Perú, de Dinamarca y del Indostán? (36), y
ensanchándose con ?continuas ampliaciones?: ?Es como estar en el
centro de un círculo creciente, que se agranda sin fin, alejándose?
(39). En ambos estos aspectos, el Congreso se comporta de una forma
que lo asemeja mucho a la futura Red. Llega el momento en que ?el
Congreso no podía prescindir de una biblioteca? (39), y a partir de
entonces la naturaleza omnívora de la organización se vuelve
patente: la biblioteca pasa a integrar ?diversas y extensas? obras
de referencia, desde Plinio o los enciclopedistas franceses hasta la
Britannica e incluso ?los sedosos volúmenes de cierta enciclopedia
china? (39).
El espíritu cosmopolita,
enciclopédico y expansionista de la telaraña que van urdiendo los
congresales se plasma en una imagen inquietante cuando Don Alejandro
invita a su homónimo a visitar su estancia de Uruguay, llamada ?La
Caledonia?, donde se va construyendo el cuartel general del
Congreso. Para el visitante, es un espacio perturbante: pese a su
nombre escocés, la finca resulta ser un fenómeno muy del Cono Sur,
un encuadre que mezcla características uruguayas y brasileñas. Los
albañiles chapurrean ?un gangoso español abrasilerado? (42), así
creando una confusión de lenguas, y Ferri confiesa: ?Acaso alguna
tarde o alguna noche estuve en el Brasil, porque la frontera no era
otra cosa que

una línea travesada por mojones?
(43-44). Mientras tanto la quinta con sus obras se asemeja cada vez
más a la bíblica torre de Babel: las obras surgen a los ojos de
Ferri como ?una suerte de anfiteatro despedazado ? unos andamios y
unas gradas que dejaban entrever espacios de cielo? (42) ?
desconcertante simulacro del edificio faraónico e inacabado de
Génesis, tal como lo soñaron los Breughel en sus famosos cuadros
babélicos. A la vez, lógicamente
, si el relato borgeano evoca el
Babel primordial, no puede dejar de recordar simultáneamente, en una
muy consciente autocitación, ese otro Babel, posterior, que es la
célebre hiperbiblioteca borgeana, pues, efectivamente, la biblioteca
del Congreso pretende abarcar ?las obras clásicas de todas las
naciones y lenguas? (44).
Persiguiendo esta meta de la
biblioteca absoluta, Ferri se desplaza a Londres (otra vez impera la
cultura anglosajona), y allí frecuenta diariamente la biblioteca del
Museo Británico, cazando el fantasma de una lengua universal, ?un
idioma que fuera digno del Congreso del Mundo? (46). A su vuelta,
descubre que la biblioteca del Congreso se ha hecho cada vez más
extensa y heterogénea, abarcando desde colecciones completas del
diario La Prensa hasta ?tres mil cuatrocientos ejemplares del
Quijote? (48), pero que la obra de la finca está parada: ?los
albañiles habían interrumpido el trabajo? (49). Es el inicio del
fin, como lo indican tanto el fracaso de la búsqueda de una lengua
única como la torre inacabada: esta segunda biblioteca de Babel
nunca se completará, y así no es de extrañar cuando Alejandro
Glencoe manda quemar todos los libros, mientras otro congresal
observa: ?Cada tantos siglos hay que quemar la Biblioteca de
Alejandría? (51).
La empresa parece haber fracasado
rotundamente: el Congreso se desagrega, la quinta se vende, y si una
vez Ferri y un ex-congresal se cruzan por la calle, ?fingimos no
habernos visto? (52). La creación de un organismo cosmopolita e
iniciático consagrado al saber universal y la superación de las
barreras nacionales y lingüísticas se ha quedado en nada. Esta torre
de Babel no la ha derribado ningún dios castigador, sino las manos
de su propio creador humano, como si ser humano significara
reconocer lo incompleto como condición limitadora e insoslayable. Y
no obstante, permanece la idea del Congreso como sueño y posible
logro de la universalidad. Afirma Don Alejandro que ?La empresa que
hemos acometido es tan vasta que abarca ? ahora lo sé ? el mundo
entero? (51); confirma Alejandro Ferri que ?nuestro plan .. existía
realmente y era el universo y nosotros
? (54).
**
Si en este cuento de Borges tenemos
una dialéctica irresoluta entre utopía y límites, universalidad y
localismo, lo que sobresale es la imagen de un grupo de iniciados
unidos por su fe en la comunicación, así esbozando el universo de
las comunidades virtuales. Parecido fenómeno se da en el relato de
Cortázar, ?Queremos tanto a Glenda?, narración que también gira
alrededor de un grupúsculo iniciático y que abarca tanto una
aguerrida argentinidad como el internacionalismo (o hasta
imperialismo) de la cultura anglosajona. No obstante, el universo
cortazariano se revela, aquí como en otros muchos de sus relatos,
como más tenebroso y menos racional que el borgeano, pues aquí la
creación de comunidades utópicas asume unos rasgos más bien
destructores. Este relato espeluznante retrata a una sociedad
secreta de admiradores de Glenda Garson, ficticia actriz inglesa que
se parece visiblemente a la real Glenda Jackson: una asociación de
imaginaria gente unida por una fascinación común que, hoy, recordará
ineluctablemente a uno de esos innumerables foros de discusión o
newsgroups que pululan en la Red.

Aquí también la agrupación se
constituye como grupúsculo en Buenos Aires, y el narrador (sin
nombrar) es uno de sus ex-socios que cuenta su historia con
retroactividad. El núcleo de admiradores se crea a través de ?las
copas con los amigos después del cine? (299) . Se trata de hombres y
mujeres amantes del cine en general, sea la europea de autor o la
más comercial anglonorteamericana: ?admirábamos a Glenda y además a
Anouk ? a Marcello, a Yves, ? a Dirk? (300), pero es con una actriz
británica que se fascinan: así, Cortázar tanto como Borges deja
visible la imprenta de la hegemónica cultura anglosajona, si bien
esta vez no en el campo literario sino en el de la cultura visual y
de masas . Como el Congreso borgeano (y como Internet), la
agrupación cortazariana se extiende paulatinamente: ?el núcleo se
fue dilatando lentamente ? y sentimos que crecía casi
insoportablemente? pues ?éramos muchos los que queríamos a Glenda?
(300). También como las futuras redes del ciberespacio, el nexo de
glendianos comienza a adquirir personalidad propia y dinámica
autónoma, al hallarse sus asociados unidos por misteriosos lazos,
?mecánicas no investigables? (300). Continúa en ; Dos Mentes, Idea y Media
-- Mirta
Cristina Rodríguez http://correo.hispavista.com/Redirect/dosmentesideaymedia.blogspot.com/ Administradora http://correo.hispavista.com/Redirect/es.groups.yahoo.com/group/otrasinteligencias/ http://correo.hispavista.com/Redirect/es.groups.yahoo.com/group/otrasinteligencias-social/ http://correo.hispavista.com/Redirect/es.groups.yahoo.com/group/OIPolitikos/ http://correo.hispavista.com/Redirect/xat.com/Otra_sInteligencias_Social
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